el templo de jerusalén
En el Nuevo
Testamento se habla a menudo del templo, que no había perdido su
prestigio desde la época antigua de Israel. En el 587 a.C. fue
destruido el primer templo de Salomón. Después del exilio fue
reemplazado por un edificio que no podía comparase con el antiguo. Fue
profanado en el 167 a.C. por Antioco IV Epífanes.
En el año 20 a.C. Herodes empezó el nuevo templo que
aunque quedó inaugurado 10 años después no quedó terminado hasta el 64
d.C. Jn 2,20 hace alusión a esta larga duración de los trabajos. El
perímetro de las murallas del templo eran de aproximadamente unos 1500
metros. Entrando en el templo, se entraba primero en un amplio patio
rodeado de galerías cubiertas. Este atrio que rodeaba por todas partes
las construcciones del templo se llamaba atrio de los gentiles. En él
podían estar los paganos. En él se situaban los mercaderes y los
cambistas (Mc 11,15; J 2,14). Después venía el atrio de las mujeres
(cf. Mc 12,41-44) donde se encontraba la puerta hermosa (Hch 3,2). Otro
atrio era el de Israel, dentro del cual se encontraba el de los
sacerdotes donde estaba el altar de los sacrificios. Después de un
pórtico venían el lugar santo, con el altar de los perfumes
(cf. Lc 1,9), la mesa de los panes de proposición y el candelero de
los siete brazos. Después, aislado con un tupido velo, el santo de los
santos donde sólo el sumo sacerdote entraba una vez al año, en el día
de las expiaciones; después de que en el 587 a.C. desapareciera el arca
de la alianza esta parte estaba vacía.
En el 70 d.C. el templo fue totalmente devastado y destruido por Tito.
El templo había sido el centro de la piedad del AT (cf.
Sal 27,4; 42,5...) sobre todo a partir de la centralización del culto
en Jerusalén. Se le consideraba como
el lugar y signo de la presencia divina (Dt 12,5; 1Re 8; 9,3). Las
críticas de los profetas y los sabios en nada disminuyeron su respeto
por la institución cultual.
Incluso los sectarios de Qumrân no se separaron de él
más que temporalmente, a causa de su sacerdocio estimado ilegítimo y de
su calendario aberrante.
El apego al templo puede
medirse por la violencia de la reacción que siguió a su profanación
por Antioco Epífanes en el 167 a.C. Después de la victoria de los
rebeldes se purificó el templo y se celebró una dedicación solemne,
conmemorada por una fiesta judía.
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